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Alfonsina Storni y el poema que marcó un quiebre

En una época donde la mayoría de las mujeres eran destinadas al hogar, algunas comenzaron a romper el molde y ocupar espacios públicos, laborales y culturales. Alfonsina fue una de ellas.

Cuando en 1916 Alfonsina Storni publicó La loba, incluido en su primer libro La inquietud del rosal, no imaginó que ese poema –más que celebrado– le traería consecuencias en su vida cotidiana. La obra pasó desapercibida en los círculos literarios, pero impactó directamente en su empleo: sus jefes la obligaron a renunciar. Que fuera madre soltera podía tolerarse, pero que lo proclamara sin pudor y con tono desafiante en versos considerados “escandalosos”, fue demasiado.

Años después, ella misma reflexionaría sobre aquel momento con una mezcla de humor y crítica:

“¡Dios te libre, amigo, de La inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir en el encierro oficinesco, donde el sol pasa por el techo pero no puedo verlo”.
(Félix Luna, Alfonsina Storni, 1999)

La Argentina de principios del siglo XX estaba en plena transformación. Algunas mujeres comenzaban a apartarse del molde tradicional. Storni se autodefinía como una “loba” entre “ovejas”, figuras que simbolizaban a aquellas que seguían el camino esperado: la vida doméstica, la obediencia, el silencio.

Mientras tanto, el sueño de la casa propia comenzaba a materializarse para muchas familias de clase media, impulsado por el crecimiento económico, la Ley Cafferata y la expansión de los servicios de transporte urbano. Esto permitió que los barrios de Buenos Aires se poblaran con mayor velocidad y que, cada vez más, las mujeres ocuparan también los espacios públicos.

Las mujeres y el trabajo fuera del hogar

En tranvías y colectivos ya era habitual ver a mujeres yendo a sus trabajos. Storni lo describió con agudeza y una fina observación social desde su columna Bocetos Femeninos, publicada en La Nación:

“Si de 7 a 8 de la mañana se sube a un tranvía se lo verá en parte ocupado por mujeres que se dirigen a sus trabajos y que distraen su viaje leyendo (…). Si lleva una revista política, es obrera o costurera; si es una revista ilustrada, dactilógrafa o empleada de tienda; si es intelectual, maestra o estudiante; y si lee el diario, no dudéis… consumada feminista, espíritu al día; punible Eva.”
(Tao Lao, seudónimo de Storni, 1920)

Este retrato no sólo revela la diversidad laboral de las mujeres, sino también su papel creciente como lectoras. Aunque la brecha educativa persistía, la educación pública ya había empezado a impactar.

Así fue como emergió un nuevo fenómeno: el periodismo femenino. Primero con un enfoque comercial, como El Consejero del Hogar (1904), que luego se convirtió en El Hogar, y más tarde con un boom editorial imparable:

  • 1921: Para Ti, de Editorial Atlántida, vendió más de 6 millones de ejemplares anuales.

  • Década del 30: alcanzaría los 24 millones de ejemplares.

  • 1917-1926: La Novela Semanal, con 200.000 copias por número, se transformó en un éxito masivo.

Las mujeres ya no sólo eran lectoras: eran también un público clave para los medios, y algunas comenzaban a escribir.

Un legado que desafió el tiempo

Lo que para algunos fue motivo de despido, para la historia resultó ser un punto de inflexión. Con La loba, Storni inauguró una voz femenina potente en la literatura y el periodismo, en una época que apenas empezaba a escucharla.

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